sábado, 19 de marzo de 2011

En Japón, las personas con discapacidad siguen siendo invisibles


Estimados amigos y lectores del blog: A continuación, reproducimos íntegramente una nota publicada en el sitio Dis-capacidad.com, la cual hace referencia al tópico de la inclusión en Japón...

El país cuenta con infraestructura de accesibilidad pero hay poca inclusión.
Desde el pasado 11 de marzo, los ojos del mundo están volteando a ver a Japón, el devastador terremoto, el tsunami y las explosiones en las plantas nucleares, están causando gran impacto mundial.
En Dis-capacidad.com consideramos que es momento de voltear a ver también cómo se vive la discapacidad en un país de primer mundo, tecnológicamente desarrollado, con una economía fuerte y la vez con rasgos culturales muy particulares.

Encontramos un artículo de Tomoko Otake, autogestor y defensor de los derechos de las personas con discapacidad, en el que relata cómo es la vida de esta población en Japón. Enfatiza que pese al gran avance tecnológico y la accesibilidad que existe por las calles, edificios y trasporte público, las PCD siguen siendo invisibles.

Cabe advertir que este análisis fue publicado en septiembre de 2006, justo antes de que Naciones Unidas aprobara la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, la cual, cabe señalar, fue firma por Japón en septiembre de 2007 pero no ha sido ratificada. Vale la pena tomarlo como referente de lo que habría que cambiar en el país asiático.

La publicación Disability World refiere que recientemente se creó en Japón la oficina de la presidencia para la atención de las personas con discapacidad, con lo cual el gobierno estaría mandando una señal sobre la alta prioridad que comienza a darle a esta población, sus derechos y sus necesidades.

El número de PCD en Japón es alto, aproximadamente una de cada 20 personas tiene alguna discapacidad. Otake señala que las estadísticas del gobierno muestran lo siguiente: “3.5 millones tienen discapacidad física, 2.5 millones, enfermedades mentales y 500 mil tienen alguna discapacidad intelectual, dando un total de 6.5 millones de PCD”. (Datos de 2006).

La pregunta es ¿dónde están esos 6.5 millones?, plantea Otake: “porque en los autobuses, asientos reservados y ascensores no se parecen. Aun cuando se encuentran las instalaciones, ellos siguen siendo invisible y a los que se les ve siempre salen acompañados, de hecho los familiares y amigos de quienes tienen una discapacidad conviven poco con ellos y siguen siendo un grupo segregado”.

“A pesar de las mejoras en las diferentes áreas sin barreras y de la infraestructura moderna, muchas personas con discapacidad son sistemáticamente invisibilizadas por la sociedad”, dice Koji Onoue, representante en Japón de la organización Disabled People's International (DPI). Onoue, quien tiene parálisis cerebral y desde hace 22 años utiliza una silla de ruedas para desplazarse, señala que: “Japón está muy detrás de otros países en materia de inclusión de las PCD, principalmente en la educación y el empleo”.

Koji Onoue, citado por Otake, señala que “hasta la fecha (2006) el Ministerio de educación se mantiene firme en su postura de que los sistemas de educación para personas con discapacidad deben estar separados, además de que corresponde a las juntas locales de educación y no a las PCD o sus representantes decidir si asisten a escuelas especiales o escuelas regulares, lo que significa que al final, ni las PCD ni sus tutores tienen algo que decir”.

Señala también que más de la mitad de los graduados de las escuelas especiales entran a lo que las autoridades llaman el empleo de bienestar , “que significa emplearlos en oficinas públicas y centros de rehabilitación en todo el país, estos últimos no ofrecen protección de los derechos laborales y en promedio pagan un salario magro de menos de 30 mil yenes por mes, lo que imposibilita a las PCD a ser independientes”.

Hace 30 años, el gobierno japonés aprobó la Ley para el fomento del empleo de las personas con discapacidad, la cual obliga a todas las empresas a emplear a un porcentaje de PCD y garantizar un trabajo digno. “Se estipula que el 1.8% de las empresas del sector privado que emplean a 56 o más personas deben tener en su plantilla al menos una PCD, la cuota para el gobierno es del 2.1% de empleados con discapacidad. En los últimos 30 años los porcentajes no se han logrado y sólo el 42.1% de empresas privadas han cumplido con lo establecido, sólo el 44.8% de las organizaciones de participación estatal y el 77.4% de los gobiernos nacional y municipal”, señaló Onoue.

Es evidente que la ley no se cumple, “esta llena de lagunas y no se establecen multas o sanciones penales para las empresas que no cumplan y hasta el momento el empleo bienestar, que en principio fue originado para preparar a las PCD par aun empleo regular, sigue siendo la única opción”, asegura Onoue.
Ante esta situación, Eri Nakajo, subdirector de la división de los trabajadores con discapacidad de asuntos en el Ministerio de Trabajo, dijo que, “las empresas que no cumplan con el porcentaje de empleos para PCD, deberán pagar 50 mil yenes de multa”.

Por otro lado, Hitoshi Shindo, presidente de General Partners Co., una empresa de trabajo con sede en Tokio, especializada en la colocación de PCD, señala que “en los últimos tres años, se han colocado a 500 personas y 750 empresas, en comparación con lo que ocurría hace 10 ó 15 años, estamos viviendo un gran cambio y las empresas están más comprometidas con la responsabilidad social”.

Por su parte, el portavoz de Uniglo Terunobu Aono, uno de las empresas más fuertes en el país, afirmó que, “a la fecha, el 7.4% de los empleos de la compañía son ocupados por PCD, lo que significa que 600 PCD son los encargados de realizar tareas de oficina”. El portavoz dijo que las empresas, “no deberían dejar que los prejuicios hagan pensar que la contratación de PCD afectará la eficiencia”.

A pesar de las irregularidades y la segregación, Onoue asegura que no todos las personas tienen tantos prejuicios y recordó su época de estudiante: “Siempre llegaba tarde a la clase de música y arte porque el salón quedaba muy lejos de mi habitación, después de un tiempo, un compañero se ofreció a llevarme o en su espalda, luego de esto, nos volvimos amigos y me sentí tan feliz que en ese momento pensé, la gente no puede ser tan mala después de todo”.


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